Esto no es Tele-trabajo

Jose A. Alguacil
5 min readNov 15, 2020

No nos engañemos. Los que por la naturaleza de nuestra profesión y nuestras empresas nos lo permitimos, tele-trabajajamos, hemos trabajado desde casa. Aunque parezca lo mismo, son cosas muy distintas con repercusiones muy diferentes.

Gracias a las herramientas digitales muchas industrias continuan su actividad pese a la crisis del Covid-19 desde los domicilios de cada trabajador. Hemos implementado en menos de 6 meses lo que estaba disponible desde hace años y no me refiero a la dichosa tecnología, si no a la cultura del trabajo a distancia.

El éxito o el fracaso de las empresas depende directamente de la capacidad de colaboración entre sus miembros y de estos con su entorno. Es aquí donde empieza el problema; estamos educados a colaborar en la cultura del espacio, lugar de trabajo, la fábrica, oficina y similares. Si bien es cierto que muchas profesiones gozan de una gran movilidad y por lo tanto de herramientas y cultura para poder continuar su actividad desde cualquier lugar conectando a internet, siempre tenemos como referencia un edificio, un despacho un lugar donde acudir.

La imprevisibilidad de la crisis del Covid-19 nos ha empujado a quedarnos en casa. Hacer vida en casa, educar a nuestros hijos en casa, convivir 24h al día en un mismo espacio y cómo no, trabajar desde casa. Hemos visto como niños, mascotas, parejas y diferentes familiares se colaban en las solemnes teleconferencias laborales que ocupan nuestro día a día. Las pequeñas conversaciones de pasillo de antaño, donde era habitual compartir mucha información práctica, hoy se han convertido en una cita de media hora en nuestra agenda. Dentro de esta dinámica, nuestra jornada laboral no da para mas. Nos sentamos frente a un ordenador y asistimos a distintas reuniones virtuales, en las cuales se espera a quien llega tarde, saludamos, comentamos nuestros asuntos, hacemos una introducción y finalmente ejecutamos, hasta la siguiente teleconferencia. Mis cálculos son crueles; Una media de 5 teleconferencias al día y en cada una de ellas empleamos 5 minutos en esperar a quien no llega, acto seguido, para humanizar la situación, comentamos la actualidad, hacemos bromas y eso nos lleva otros 10 minutos. Estos suman más menos 15 minutos perdidos por reunión, sin contar toda la burocracia añadida antes, durante y después de la misma. 15 minutos multiplicados por 5 reuniones suman 75 minutos perdidos al día. Si a eso lo multiplicamos por los 5 días de jornada laboral significa que a la semana perdemos 375 minutos, que al mes son 1500, lo que es igual a 25 horas perdidas al mes. Conclusión; invertimos más de tres días al mes en esperar a quien llega tarde, saludos y bromas rompe hielos. Todo este tiempo tiene que ser recuperado a costa de invertir nuestro propio tiempo. Terrible.

No, esto no es tele-trabajar, esto es trabajar desde casa y a estas alturas todavía no sabemos como hacerlo.

Tele-trabajar significa. no asistir a tu centro de trabajo y por lo tanto evitar transportes. Significa un cambio muy sano en la monotonía semanal, donde varios días por semana ejecutamos desde nuestro domicilio. Significa estar arropado por un espacio propio donde estamos a solas, porque nuestra pareja está en su trabajo y los niños en la escuela. Significa auto-gestión del tiempo, productividad, un momento con nosotros mismos, con la capacidad de observar nuestro trabajo de otra manera. El tele-trabajo es algo muy positivo que aporta una gran empuje a la ejecución de proyectos.

Ojo, que estoy hablando de ejecución, porque cuando hablamos de creación, discusión y planificación, necesitamos compañeros, otras personas que aporten su conocimiento experiencia y punto de vista. Esto significan reuniones, comentarios de pasillo, comidas, llamadas y como no, tele-conferencias. Cuando a un proceso creativo eliminas la parte presencial, algo falla. Empezando por nuestro tiempo disponible que para todos es muy limitado en este contexto covid-19 híper-saturado. Perdemos espontaneidad. Bajo mi punto de vista las tele-conferencias creativas, cualesquiera que sea su naturaleza, con personas de otros departamentos y/o empresas son muy poco espontáneas. Son reuniones lineales, sin versos sueltos, carentes de todo punto de vista diferente, excepto contraposición del mismo. Lo que quiere decir que, a no ser que estemos frontalmente en contra de algo, no expresaremos claramente nuestros puntos de vista, matices y detalles, ya que estos son muy complejos de explicar cuando se tienen el tiempo y los medios limitados.

La solución a este asunto, siempre va de la mano de una reunión presencial. Cuando un proyecto se atasca, históricamente tiramos de un encuentro profesional y las cosas suelen mejorar. Por eso el tele-trabajo es magnifico para la ejecución y la creación eventual de proyectos ya que siempre se complementa con la presencia física en un espacio laboral.

Lo que hoy estamos vivimos es algo muy distinto. Hoy trabajamos desde casa, nuestra vida laboral se limita a una pantalla y nuestro hogar. Este último matiz es importante, ya que la mayoría de nosotros no tenemos el lujo de tener un espacio dedicado en exclusiva a trabajar, por lo tanto se lo robamos al dormitorio de nuestros hijos, salón o cocina siempre y cuando no estén ocupados por otros miembros de la familia.

Si bien es cierto que desde septiembre los niños asisten a la escuela, no por ello nos quita el problema del transporte y por lo tanto programar de diferente manera nuestras teleconferencias para conciliarlas con las obligaciones familiares. Otros asuntos que también limitan el desempeño de nuestra profesión desde nuestro domicilio son la propia intendencia del hogar como la limpieza, compra y los asuntos burocráticos. Todos estos aspectos deberían estar asignados fuera del horario laboral, sin embargo, cuando este se extiende porque empleamos más de tres jornadas laborales al mes en esperar a quien no llega tarde, saludos y bromas rompe hielos, en las teleconferencias, nos vemos obligados a improvisar. Las jornadas se alargan hasta horas imposibles, con la eterna sensación de no avanzar. Dentro de un tiempo veremos las consecuencias de la presión mental ejercida por este desorden. No sabemos trabajar desde casa y esto nos pasará factura a empleados y empresas.

Tele-trabajar es muy distinto que trabajar desde casa. Lo primero es sano, útil y añade un gran valor para todas las partes interesadas. Lo segundo es algo que no hemos elegido y por lo tanto queda a expensas de la resignación. Es algo que hemos tenido que improvisar y por lo tanto cometer errores. Es algo que concebimos como temporal, pero mucho me temo, nos llevará casi un año más para recuperar una normalidad anormal. Cuando hablamos de trabajo en equipo (empresas) necesaria una férrea cultura dentro de un marco laboral previamente pactado. Esta situación no se encuentra en ningún marco colaborativo.

No se cual es la solución, porque no pretendo solucionar nada, tan solo exponer una situación: tele-trabajar no es lo mismo que trabajar desde casa. Confundirlo o denominarlo de la misma manera, no es más que un modo infantil (o perverso) de engañarnos a nosotros mismos.

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